Siempre
diré que mi amigo y compañero de oficio, Juan, es un gran periodista. Es de esa gente con morro, rápido en ideas y
seguro de sí mismo. A veces incluso
diría, impertinente. El tío es capaz de
entrar en una discoteca con deportivos y calcetines blancos, y conseguir la
entrada. Si usted, señor político, lo encuentra en una conferencia, no baje la guardia, porque, sabrá hacer la
pregunta que podría dejarle con el culo al aire (perdón por la expresión).
Un día
de esos en blanco, después de clase decidimos colarnos en una rueda de prensa de
un atleta con sobrenombre que venía a promocionar una marca de ropa
deportiva. “Allí siempre harás algo productivo”, me dice Juan.
Más
certero no pudo ser. En la puerta dos azafatas vestidas de tenista acreditaban la entrada a los medios de comunicación. Nos pidieron el número que calzábamos, ya que,
al finalizar el evento, la empresa obsequiaba a los periodistas con unas deportivas.
Lo de
las zapatillas cantaba mucho, pero lo más aberrante fue que nos repartieran
discos duros extraíbles con toda la información del acto -notas de prensa,
fotos de archivo y el video promocional-. Allí nos sentamos, junto con otros
terroristas de la información a esperar la declaración de los ponentes.
Yo
saqué papel y boli. Juan sacó su Smartphone, y en internet buscó información sobre el
atleta. Pronto encontró una información de esas que no interesa sacar, pues podría
poner en entredicho tanto al atleta como a la marca.
Mientras
los periodistas hacían sus preguntas, empecé a notar a Juan dubitativo. “No la
hago que, aquí, me matan”, me dice.
Cuando
terminó la rueda de prensa todos nos dirigimos en cola a por nuestras
zapatillas. Juan se dirigió a un
directivo de la empresa y le hizo en privado esa pregunta. Al final la
respuesta se fue por los cerros de Úbeda.
Tampoco pudo esclarecer nada nuevo, pero además, no nos interesó
sacarlo, pues no iría publicado a ningún sitio. Quizá lo que nos llevó a esa
rueda de prensa fue nuestra bohemia voluntad de hacer periodismo.
Como siempre acabó reinando la dictadura de las instituciones. Con
tanta convocatoria y tanto protocolo nuestra labor se reduce a ser
meros altavoces. La línea entre periodistas y relaciones públicas cada vez se
estrecha más, y considero, que nosotros no estamos en este mundo para contar
eventos -con todos los respetos a los profesionales de la
comunicación corporativa-. Recuerden
que, como decía George Orwell, el periodista debe sacar aquello que no quiere ser contado.
Cuando salimos de la rueda de prensa, le pregunté a Juan. ¿Todavía sigues pensando en que hemos tenido una
mañana productiva? No lo vamos a publicar.
Tienes unas zapatillas y un USB, ¿no? Fíjate lo productiva
que ha sido. Más certero no pudo ser.
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