viernes, 28 de marzo de 2014

Mi amigo Juan

Siempre diré que mi amigo y compañero de oficio, Juan, es un gran periodista.  Es de esa gente con morro, rápido en ideas y seguro de sí mismo.  A veces incluso diría, impertinente.   El tío es capaz de entrar en una discoteca con deportivos y calcetines blancos, y conseguir la entrada. Si usted, señor político, lo encuentra en una conferencia,  no baje la guardia, porque, sabrá hacer la pregunta que podría dejarle con el culo al aire (perdón por la expresión).
Un día de esos en blanco, después de clase decidimos colarnos en una rueda de prensa de  un atleta con sobrenombre  que venía a promocionar una marca de ropa deportiva. “Allí siempre harás algo productivo”, me dice Juan.  
Más certero no pudo ser. En la puerta dos azafatas vestidas de tenista  acreditaban la entrada a los  medios de comunicación.  Nos pidieron el número que calzábamos, ya que, al finalizar el evento, la empresa obsequiaba a los periodistas con unas deportivas.  
Lo de las zapatillas cantaba mucho, pero lo más aberrante fue que nos repartieran discos duros extraíbles con toda la información del acto -notas de prensa, fotos de archivo y el video promocional-. Allí nos sentamos, junto con otros terroristas de la información a esperar la declaración de los ponentes.
Yo saqué papel y boli. Juan sacó su Smartphone,  y en internet buscó información sobre el atleta. Pronto encontró una información de esas que no interesa sacar, pues podría poner en entredicho tanto al atleta como a la marca.
Mientras los periodistas hacían sus preguntas, empecé a notar a Juan dubitativo. “No la hago que, aquí, me matan”, me dice.  
Cuando terminó la rueda de prensa todos nos dirigimos en cola a por nuestras zapatillas.  Juan se dirigió a un directivo de la empresa y le hizo en privado esa pregunta. Al final la respuesta se fue por los cerros de Úbeda.  Tampoco pudo esclarecer nada nuevo, pero además, no nos interesó sacarlo, pues no iría publicado a ningún sitio. Quizá lo que nos llevó a esa rueda de prensa fue nuestra bohemia voluntad de hacer periodismo.
Como siempre acabó reinando la dictadura de las instituciones. Con tanta convocatoria y tanto protocolo nuestra labor se reduce a ser meros altavoces. La línea entre periodistas y relaciones públicas cada vez se estrecha más, y considero, que nosotros no estamos en este mundo para contar eventos -con todos los respetos  a los profesionales de la comunicación corporativa-.   Recuerden que, como decía George Orwell,  el periodista debe sacar aquello que no quiere ser contado.
Cuando salimos de la rueda de prensa, le pregunté a Juan. ¿Todavía sigues pensando en que hemos tenido una mañana productiva? No lo vamos a publicar.
Tienes unas zapatillas y un USB, ¿no? Fíjate lo productiva que ha sido.  
Más certero no pudo ser. 

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